Uno de los aspectos que más me divierten de la supervisión de coaching es la gran variedad de formas para explorar el caso que trae el coach supervisado, que da pie a un trabajo enormemente creativo. En supervisión queremos junto con el supervisado descubrir más sobre la situación que quiere comentar en relación con su práctica, pensarla de forma distinta, y ver lo que antes no se veía.  La reflexión no tiene el objetivo de movilizar, sino de iluminar. Y de ahí sale una acción más consciente.

En este diálogo aportan tanto supervisor como supervisado, y el supervisor suele proponer una forma de empezar a descubrir nuevas perspectivas. En anteriores posts ya os hablé del Modelo de Supervisión de los 7 Ojos, que en un solo modelo ofrece siete miradas distintas a un caso. Podéis descargar el modelo y las preguntas para cada “ojo” en la sección de Recursos de mi página web.

Menos racional y más intuitivo

Hoy me gustaría contaros cómo usar una técnica más creativa, que puede parecer sencilla pero por ello no es menos reveladora y potente: se trata del uso del dibujo

Precisamente, el tomar un enfoque menos racional y más intuitivo, facilita que el supervisado descubra conexiones o dinámicas relacionales más profundas. El uso de símbolos, metáforas y colores permite dar sentido “a posteriori” a lo que hayamos plasmado en papel, en un pequeño viaje de autodescubrimiento.

¿Cómo usar el dibujo en supervisión? 

Existen muchos ejercicios que emplean el dibujo para la toma de consciencia. Os presento tres que a mi personalmente me han resultado muy bonitos e interesantes.

El dibujo libre

Se puede trabajar con un dibujo libre sin más. Empieza formulando tu pregunta de supervisión. Aquella duda que tienes sobre un proceso, un caso en concreto, o sobre tu práctica como coach. Asegúrate de tener a mano lápices de colores y papel grande. A continuación, dedica 5 minutos a pintar, dejando que tus manos produzcan algo que no tiene que tener sentido. Simplemente, usa lápiz, colores y déjate fluir. Al cabo de los 5 minutos, o más, si lo deseas, coloca el dibujo en la pared, y obsérvalo desde uno o dos metros de distancia. ¿Qué descubres sobre tu pregunta de supervisión?

Es interesante dejar que el dibujo “aparezca”. En una ocasión, aplicando esta técnica a un caso propio, me estaba quedando muy bonito, con colores pasteles. Pero algo le faltaba, y me vi empujada a incluir un círculo negro bastante grande en medio de mis tonos amables. El conjunto, aunque estéticamente no me convencía, resultó muy revelador para mí.

La isla desierta

Otro ejercicio que me encanta es “La isla desierta”. Lo conozco del trabajo de la supervisora británica Michelle Lucas quien la diseñó con Christine Champion. Necesitas una segunda persona para aprovechar el ejercicio al máximo, y también es muy rico hacerlo en grupo.

Tras exponer el coach supervisado su caso, los co-supervisores se van a imaginar la situación trasladada a una isla desierta, donde coach y cliente se encuentran solos. ¿Dónde están en la isla? ¿Qué están haciendo? ¿Qué roles están asumiendo? ¿Cómo pasan el día? Tienen 5 minutos para dejar fluir su intuición, y dejar que aparezca una escena en el papel. Cuando todos hayan terminado el dibujo, lo muestran de uno en uno al supervisado, dando una breve explicación de lo que han pintado. El coach supervisado se deja inspirar por los dibujos para descubrir algo nuevo sobre su caso.  

El jardín profesional

Por último, me ha aportado mucho el ejercicio del “Jardín Profesional”, del trabajo de Karyn Prentice, que utiliza el simbolismo de las estaciones y la naturaleza en el coaching y en la supervisión. El ejercicio consiste en crear un dibujo de un jardín, que refleja tu momento profesional actual. Empezamos por pintar los grandes pilares de tu vida profesional, aquello a lo que dedicas más tiempo, o está muy consolidado, y que saltaría a la vista a la primera en tu jardín. Quizás los quieres representar por un estanque o un gran roble, por ejemplo. Después pintamos las “flores de temporada”; aquellas actividades que van y vienen. Seguimos dibujando: ¿Qué otras plantas hay en tu jardín? ¿Cómo tienes el riego? ¿Quizás tienes un invernadero? Un lugar para sembrar, con grandes o pequeñas “nuevas iniciativas” ¿Y qué hay de un lugar de descanso, un banquito, un columpio? 

Mira tu jardín: ¿Qué sensación te deja tu jardín? ¿Estás a gusto en él? ¿Qué necesita este jardín para estar preparado para la próxima temporada? ¿Qué habría que podar? ¿Añadir? ¿Sustituir? ¿Abonar?

En mi caso, este ejercicio me ayudó a reordenar mis actividades profesionales, y a tomar un enfoque más intencionado con respecto a qué elementos quería que estuvieran presentes. Por algún motivo se me hizo más sencillo usando la metáfora del jardín. Por ejemplo, aumenté el tamaño de mi invernadero, coloqué una silla debajo de un árbol sombreado para contemplar todo aquello, y algunas plantas bonitas que habían invadido el resto terminaron en el compost, donde tienen un rol nuevo para abonar mi proyecto profesional! 

¡Te animo a probar estas técnicas para reflexionar sobre tu propia práctica de coaching! 

Y si quieres hacerlo acompañado en un grupo -porque el aprendizaje compartido es divertido y muy rico- infórmate sobre los Grupos de Supervisión mensual.

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